Eco-Logicamente

Basura Electrónica Hoy en día los aparatos electrónicos forman parte de nuestro día a día, y en los últimos años, especialmente, la tecnología de los electrónicos ha ido desarrollándose rápidamente, y hemos llegado al punto en el que cambiar de teléfono y de televisión, por mencionar tan solo dos ejemplos, se ha vuelto tan “fácil” como cambiar y comprar ropa, ya que también, cada vez que sale una nueva mejora a la tecnología, se nos muestran decisiones entre seguir con el aparato viejo o cambiar a la nueva versión. Sin embargo, así como debemos preguntarnos y saber ¿de dónde vienen nuestras tecnologías?, también debemos preguntarnos ¿Qué pasa con todos los electrónicos que se tiran? Este tipo de basura electrónica es generalmente conocida como E-Waste (por sus palabras en inglés “electronical waste”) y son todos aquellos aparatos que están o se acercan al final de su vida útil, incluyendo aparatos obsoletos desechados, como: celulares, tabletas, consolas de juegos, computadoras

El sol es de gran importancia para la vida en el planeta, y constantemente estamos rodeados de mercadotecnias e información que nos alienta a usar protectores solares extremadamente químicos en nuestros cuerpos, es verdad que debemos proteger nuestra piel a la exposición desmedida en el sol, pero primero debemos comprender que es lo que usamos y sus efectos en el cuerpo y en el medio ambiente.   ¿Qué es un protector solar? Es una combinación entre químicos orgánicos e inorgánicos que filtran la luz para evitar que la radiación ultravioleta entre a capas más profundas de la piel. Las 2 regiones de luz ultravioleta son: UV-A: broncean de inmediato de forma poco duradera, atravesando vidrios y llegando hasta las capas más profundas de la piel, donde suelen causar radicales libres y envejecimiento prematuro de la piel y otras enfermedades. UV-B: tienen un grado menor de penetración en la piel, sin embargo, producen mayor efecto en la piel de efecto más prolongado en el bronce

Perdiendo la Oscuridad La contaminación por luz es toda aquella luz excesiva, mal dirigida, y agresivamente artificial que nos rodea, especialmente en la noche. Esta contaminación trae una serie de consecuencias tanto para la salud como la psicología humana, aparte de los efectos en el ecosistema. En 1879, Thomas A. Edison iluminó la primera calle de Nueva York, EUA, con focos incandescentes dando inicio a una nueva era de luz eléctrica. Desde entonces, el mundo se ha ido poblando de luz artificial (calles, casas, estacionamientos, espectaculares, computadoras, etc.), que incluso en el terremoto de 1994 que azotó a Los Ángeles, EUA y dejó a la ciudad completa apagada, muchos ciudadanos ansiosos por la falta de luz llamarón a las autoridades alegando ver en el cielo oscuro “una nube gigante y plateada”, lo que en realidad era la órbita de nuestra Vía Láctea. Tal es el grado de iluminación, que, hoy en día, 3 de cada 4 personas que viven en ciudades, nunca han experimentado ver la